El sacerdote, hombre de la oración

La oración en el corazón de la pastoral parroquial

Es bueno recordar, siguiendo a san Juan María Vianney y a Benedicto XVI, cómo la oración está en el corazón del ministerio sacerdotal. El sacerdote es ante todo un hombre de oración, el hombre de Dios, a pesar de las múltiples actividades que le impone su cargo pastoral. Con su vida de oración, fundada en la oración misma de Jesús, toda su actividad sacerdotal quedará transfigurada.

En su carta a los sacerdotes, Benedicto XVI, releyendo la vida del párroco de Ars, invita a los sacerdotes a volver a poner la oración en el centro de su vida y de su ministerio. Por otra parte, es un leitmotiv del Santo Padre: que cada sacerdote descubra o recupere la importancia de la oración, es una de las prioridades que Benedicto XVI se ha dado. ¿Por qué? Vamos a decirlo. A los sacerdotes gustosamente sensibles a la eficacia de la acción y fácilmente tentados por un peligroso activismo, cuán saludable es este modelo de oración asidua en una vida totalmente entregada a las necesidades de las almas que era el Cura de Ars. Lo que nos impide ser santos, decía, es la falta de reflexión. No se entra en sí mismo; no se sabe lo que se hace. Necesitamos la reflexión, la oración, la unión con Dios. » Él mismo permanecía, al testimonio de sus contemporáneos, en un estado de continua oración, del cual ni el peso agobiante de las confesiones, ni sus otras cargas pastorales lo distraían.

El párroco de Ars, patrono de todos los sacerdotes, conservaba una unión constante con Dios en medio de su vida excesivamente ocupada. Escuchemos una vez más cómo nos habla de las alegrías y de los beneficios de la oración: «El hombre es un pobre que necesita pedirlo todo a Dios. » «¡Cuántas almas podemos convertir con nuestras oraciones! » Y repetía: «La oración es toda la felicidad del hombre en la tierra. » Esta felicidad la probó él mismo durante mucho tiempo, mientras su mirada iluminada por la fe contemplaba los misterios divinos y, mediante la adoración del Verbo encarnado, elevaba su alma simple y pura hacia la Trinidad, objeto supremo de su amor. Y los peregrinos que se agolpaban en la iglesia de Ars comprendían que el humilde sacerdote les entregaba algo del secreto de su vida interior con esta exclamación frecuente: «Ser amado de Dios, estar unido a Dios, vivir en la presencia de Dios, vivir por Dios: ¡oh! ¡Buena vida y buena muerte! »

El Cura de Ars permaneció en constante unión con Dios.

La fidelidad a la oración es un deber del sacerdote.

Por tanto, todo sacerdote está invitado a dejarse convencer, por el testimonio del párroco de Ars, de la necesidad de ser un hombre de oración y sobre todo de la posibilidad de serlo, cualquiera que sea el cargo a veces extremo del ministerio. Pero hace falta una fe viva como la que animaba a Jean-Marie Vianney y le hacía realizar maravillas. «¡Qué fe! exclamaba uno de sus hermanos, Habría suficiente para enriquecer toda una diócesis. » Esta fidelidad a la oración es, por otra parte, para el sacerdote un deber personal, cuya sabiduría de la Iglesia ha precisado en los últimos documentos varios puntos importantes, como la oración mental diaria, la visita al Santísimo Sacramento, el rosario y el examen de conciencia.

Es incluso una estricta obligación contraída con la Iglesia, cuando se trata del rezo diario del oficio divino. Quizás por haber descuidado tales prescripciones algunos sacerdotes se han visto entregados a la inestabilidad exterior, al empobrecimiento interior, y expuestos un día indefensos a las tentaciones de la existencia y al desaliento. Al contrario, trabajando incesantemente por el bien de las almas, el Cura de Ars no descuidó la suya. Se santificaba a sí mismo para ser más capaz de santificar a los demás. Con Benedicto XVI hay que considerar como cierto que el sacerdote, para ocupar dignamente su lugar y cumplir su deber, debe consagrarse ante todo a la oración. Más que ningún otro, está invitado a obedecer el precepto de Cristo: hay que orar sin cesar, precepto que san Pablo recomienda con insistencia: «Perseverad en la oración, con vigilancia y en la acción de gracias. »

En una homilía reciente, el Papa explicita el fundamento de la oración de los sacerdotes. Contemplando el Corazón traspasado de Cristo, el sacerdote descubre que en Jesucristo, sacerdote, persona y misión coinciden. «Toda la acción salvífica de Jesús era y es expresión de su yo filial que, desde toda la eternidad, está ante el Padre en actitud de sumisión amorosa a su voluntad. »   Finalmente, el ministerio de Jesús consiste ante todo en orar, es decir, en vivir plenamente su relación filial con el Padre, para entregarse luego a los hombres en la ofrenda total que lo llevará a la cruz.

El sacerdote, llamado a representar a Cristo, debe tender a esta identificación existencial con Cristo. La lectio divina que se prolonga en la oración es el único camino para que el sacerdote crezca en esta intimidad con Cristo. La eucaristía diaria inflamará entonces «al sacerdote de esta ‘caridad pastoral capaz de asimilar su ‘yo personal al de Jesús Sacerdote, de modo que pueda imitarlo en la auto-donación más completa. » Para el sacerdote, rezar es dejarse conquistar plenamente por Cristo. Lejos de encerrar al sacerdote en una vida espiritual personal, la oración permite al sacerdote superar la tensión inherente a la vida sacerdotal entre el ministerio y la vida espiritual. La única manera de vivir serenamente esta tensión es rezar más para que la oración se convierta efectivamente en el alma del ministerio. Sólo así el sacerdote puede santificarse en su ministerio. Como dice Benedicto XVI, la ciencia del amor que anima toda nuestra pastoral sólo se aprende en el corazón a corazón con Cristo.

El Oficio es una prolongación de la oración de Cristo al Padre.

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Biographie

Jean-François Guérin

Jean-François Guérin naquit à Loches au cœur de la Touraine le 25 juillet 1929 d’Albert Guérin et de Camille Linard, charcutiers dans cette ville ; il fut baptisé le 9 mars 1930 dans la collégiale Saint-Ours sous le prénom de Jean. Ses deux parents sont originaires d’Artannes-sur-Indre où il suivit sa première scolarité, dans une famille qui n’était pas particulièrement marquée par la foi.

Installé chez sa mère à Paris, il s’ouvrit de sa vocation à un prêtre de Versailles. C’est pourquoi, contre l’avis de sa famille, il entra au séminaire de Versailles, en 1949, à vingt ans. Les premières années de sa formation furant vraiment fondatrices pour lui, marquées par la forte spiritualité sacerdotale enseignée par les formateurs sulpiciens. Ces années furent coupées par son temps de service militaire en Tunisie et marquées par le décès de son père. Premier tournant dans son itinéraire : il décida de quitter Versailles pour revenir à Tours, puis il intégra le Séminaire français de Rome et, le 29 juin 1955, il fut ordonné prêtre en la cathédrale Saint-Gatien par Mgr Gaillard.

D’abord vicaire à la cathédrale de Tours, il fut nommé aumônier des lycées Descartes, Balzac et Grandmont à Tours où sa santé souffre un peu de l’intensité de son engagement auprès des jeunes. Souvent il les emmena à Fontgombault, une abbaye bénédictine qui eut une importance centrale dans sa vie et son sacerdoce : il en devint oblat en 1961. Quittant Tours, il fut envoyé à Paris pour des études de droit canonique, qu’il commença en 1965.  Pendant ces études, il était aussi confesseur à la basilique du Sacré-Cœur de Montmartre, où il fut inspiré par les intuitions ecclésiales et missionnaires de Monseigneur Charles, recteur de la Basilique, avec lequel se créa une amitié. Les études terminées, il devint délégué général de l’Œuvre d’Orient en 1968 et garda cette charge, qui consistait à recueillir des fonds pour aider les écoles, dispensaires et œuvres caritatives dans les paroisses de toute la France, jusqu’en 1975.

À Paris, son ministère se déployait entre l’œuvre d’Orient, la mission de chapelain au Sacré Cœur et un ministère qui se dessina peu à peu auprès d’étudiants, hommes et femmes, qui le rejoignirent bientôt pour une heure d’adoration silencieuse mensuelle, à Montmartre. De ce silence, naquit l’idée d’une messe hebdomadaire en 1968. Elle est célébrée à la chapelle du Bon Secours, rue Notre-Dame-des-Champs, chapelle toute proche des bureaux de l’Œuvre d’Orient. L’abbé Guérin entendait donner à ces jeunes gens une solide formation centrée sur la vie intérieure, la vie sacramentelle, sur le discernement des vocations, mariage, sacerdoce, vie religieuse. Son action apostolique auprès de ce groupe comprendra aussi des camps – un mélange entre retraite et vacances, ce qui donna naissance aux futurs « Routes Saint-Martin ». Mais dans le temps de la réforme liturgique, il leur transmit aussi sa docilité envers les décisions du Concile et du Pape, face à certains qui ne veulent rien entendre sur le nouveau missel promulgué par le Pape Paul VI.

Proche des moines bénédictins de Fontgombault et des Sœurs Servantes des Pauvres, l’abbé Guérin accompagna des jeunes vers des vocations religieuses, contemplatives et apostoliques. Mais, plusieurs jeunes gens lui partagèrent leur désir de devenir prêtres diocésains. En février 1976, le cardinal Siri, archevêque de Gênes et Dom Jean Roy, Père Abbé de Fontgombault, se rencontrèrent à Rome où ce dernier demanda au cardinal s’il est possible d’accueillir des amis français à Gênes. L’accord fut immédiat : les études au séminaire seraient gratuites et un couvent capucin situé à dix-sept kilomètres du centre-ville serait mis à leur disposition. C’est alors que le 1er novembre 1976, commença la Communauté Saint-Martin par un cours intensif en italien ; suivirent les travaux à entreprendre au couvent de Voltri qui est en très mauvais état. Les années italiennes furent celles de la fondation, avec l’appui constant du cardinal Giuseppe Siri, qui, à sa démission, nomma l’abbé Guérin chanoine d’honneur de sa cathédrale.

L’année 1993 fut celui du retour en France, pour les membres de la Communauté. Aidé par les premiers membres, l’abbé Guérin guida cette installation à Candé-sur-Beuvron, dans le diocèse de Blois. Ce furent des années plus difficiles, marquées par différents problèmes de santé. L’abbé Guérin fut de plus en plus secondé. En février 2004, il présenta sa démission. Demeuré à Candé, il fut rappelé à Dieu le 21 mai 2005. Après ses obsèques à la cathédrale Saint-Louis de Blois, il fut inhumé au cimetière d’Artannes-sur-Indre, son village natal.

Le 18 juillet 2024, un communiqué faisant état des conclusions du rapport de la visite pastorale a révélé des faits reprochés par plusieurs anciens membres de la communauté à l’abbé Guérin. Nous entendons avec douleur la souffrance que certains ont pu exprimer auprès des visiteurs et allons effectuer courageusement ce travail de relecture qui permettra de faire évoluer cette page. Afin de recueillir la parole des personnes qui souhaiteraient se manifester, vous pouvez contacter, au nom de Mgr Matthieu Dupont qui a été nommé assistant apostolique de la communauté, la Cellule d’écoute des diocèses des Pays-de-Loire à l’adresse suivante : paroledevictimespaysdeloire@gmail.com

Biographie

Don Paul Préaux

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Don Paul Préaux, né le 6 octobre 1964 à Laval (Mayenne), rentre au séminaire de la Communauté Saint-Martin alors installée à Voltri (diocèse de Gênes, Italie) en 1982. Il est ordonné diacre en avril 1988 à Saint Raphaël (Var) par le cardinal Siri et obtient son baccalauréat de philosophie et de théologie. L’année suivante, le 4 juillet, il est ordonné prêtre à Gênes par le cardinal Canestri.

En 1990, don Paul obtient une licence canonique de théologie dogmatique à Fribourg (Suisse) et devient responsable de la maison de formation de Voltri. Il est envoyé à Rome en 1992 pour l’année d’habilitation au doctorat et commence ensuite sa thèse.

Nommé, en 1995, chapelain au sanctuaire de Notre-Dame de Montligeon (Orne), il devient recteur de ce sanctuaire consacré à la prière pour les défunts, charge qu’il occupera jusqu’à son élection comme Modérateur général de la Communauté Saint-Martin. Pendant cette période, don Paul est également membre du conseil presbytéral du diocèse de Sées pendant six ans et secrétaire du même conseil pendant 3 ans.

Docteur en théologie en 2005, don Paul est l’auteur d’une thèse sur Les fondements ecclésiologiques du Presbytérium selon le concile Vatican II et la théologie post-conciliaire. Enseignant la théologie dogmatique à l’École de théologie de la Communauté, depuis 1993, il intervient également dans différents lieux d’enseignement, comme le Centre d’études théologiques de Caen. Il est également sollicité pour prêcher des retraites et intervenir dans différents diocèses et communautés, notamment des thèmes de la spiritualité sacerdotale et de l’espérance chrétienne, sur lesquels il a publié des ouvrages.  Renvoi à la page de ses publications.

Le 26 avril 2010, don Paul Préaux est élu Modérateur général de la Communauté Saint-Martin et réélu en 2016 à cette charge pour un nouveau mandat de six ans. Il est à nouveau élu à cette charge en 2022 pour un dernier mandat.